(Por Leonardo Calabrano): #10 de la década 2010-2019.
La despedida de Daniel Day Lewis no podía ser con una obra menor. Por nada del mundo los dioses del cine permitirían algo así. Ya habiendo logrado altos casi inalcanzables junto a Paul Thomas Anderson, ambos se reunían una vez más para una cinta que en su producción e incluso tras un trailer no parecía aclarar mucho de que iba la historia. Un sastre obsesivo compulsivo, una amante y musa, una relación compleja y mucho vestuario no parecían lucir como una historia particularmente fuerte. Y como estaba de equivocado!.
Reynolds Woodcock, sastre inglés de profesión en los años 50' con toda una carrera de prestigio que lo avala lleva décadas funcionando de forma esquemática, precisa, elegante y sin márgenes de error en su hogar/fábrica de moda junto a su hermana, la encargada de organizar la empresa "familiar". Reynolds ha tenido múltiples relaciones, pero ninguna ha sido significativa. Y una vez más se le presenta una musa, su nueva musa, en la forma de una mesera de un pequeño pueblo aledaño a su hogar londinense con la que rápidamente entablan una relación tanto romántica, como de dependencia laboral y quizás más allá.
Es difícil plantear lo que ocurre en la cinta sin entrar al terreno de spoilers, pero basta decir que la historia se desenvuelve como una poderosa, asfixiante e intoxicante analogía con las relaciones amorosas. Desde la fase romántica, los detalles que demuestran preocupación, pasando por el asimilar las peculiaridades del otro, tolerar o aceptar las diferencias con tu contraparte y hasta muchas veces generar un grado de dependencia, necesaria, tóxica o provocada por el amalgama de momentos compartidos. ¿Cuál de todas se aplica aquí?.
La pregunta queda en el aire, sin respuestas evidentes, pero la cinta es extasiante en su producción artística, su exquisita banda sonora de parte de Greenwood (Radiohead), el vestuario y dirección de arte magníficos y su cámara que coquetea con los telares, con cada zurcir manual o a máquina, o con las expresiones anímicas de sus protagonistas. Narcisismo, pasión artística, obsesión por la excelencia y entrega son todos elementos a explorar en una cinta que explora al artista y lo hace con altura de miras y al nivel de lo representado. Nuevamente, como con la mayoría de mis top de la década, se siente como un film que tras una vista parece un clásico imperecedero. PTA y DDL demuestran una vez más que son de lo mejor que nos ha dado el cine en los últimos 30 años. Nominada a 6 sorpresivos Oscars (todos merecidos, pero sorpresivo para una cinta casi aún no estrenada al momento de selección de nominados), logra superar a mi gusto a joyas como Three Billboards a punta de sutileza y arte puro. Pero no sería el mayor logro del cine del 2017...
Gracias por tanto estimado Daniel Day Lewis...
Trailer subtitulado:
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